La recompensa del trabajo bien hecho hace que haya merecido la pena la larga espera de cinco años que ha tardado Rafa Spunky en publicar “Mutaciones”, su nuevo álbum, que, sin desmarcarse totalmente del pop electrónico del aclamado “Un nuevo final” (2007), despliega un sonido más orgánico y con mayor variedad de arreglos, percusiones y voces, con colaboraciones de Alaska, Algora, Eric de los Planetas o Javier Alvarez, entre otros.
Es difícil decantarse por los momentos más valiosos de un álbum que rebosa intensidad y emoción por todas partes, inundado por su voz cálida y una forma de cantar tan sincera y elegante que te atrapa y desarma a partes iguales. Las percusiones orgánicas contribuyen a subrayar la energía reiterativa del estribillo en el tremendo single “The moon”, o en la estimulante y adictiva “Para mi”. Mientras que las bases atrayentes y las melodías más seductoras destacan especialmente tanto en la emotiva radiografía de la química sentimental en “Los ratones”, como en la poética “Y de noche” (con coros de Algora), dos de los temas más bailables. Con estas sobradas muestras de inspiración, apenas puede reprochársele el frustrado intento de conjugar el baile con los arreglos de guitarras eléctricas en temas como “Contradicción”.
Como parte de su apuesta sentimental, “Mutaciones” es un álbum plagado de referencias musicales, colaboraciones y homenajes, como el que hace a Yazoo en “Alison y Vince”, que le sirve de excusa para ilustrar una bella estampa veraniega que nos traslada a un emotivo recorrido por sus pasiones musicales, su nostálgicos recuerdos de Londres y sus experiencias festivaleras. Menos convincente en producción y melodías resulta su otro tributo (“La noche que Michael murió”). Con letras más desesperanzadas y un trasfondo de soledad y evasión, el inconfundible estilo de Fangoria se impone en “Borracha”, a dúo con Alaska, alternándose a la perfección en el inestimable papel vocal que Spunky desempeña en Fangoria.
Su technopop de impecables medios tiempos y atractivas melodías cautiva asimismo por sus letras abrumadoramente sencillas, capaces de hacer aflorar la belleza de la cotidianeidad como antídoto frente a la rutina (“La lluvia”, “No es lo habitual”), o atraparte en una estela de cálida melancolía al describir los avatares del romanticismo urbano (“Y si quedamos esta noche”).
En un momento crítico en el que la disolución de OBK, la triste despedida de Alive, el inquietante compás de espera de Lemonfly o Niños del Brasil, y la desnaturalización de Fangoria dejan al electropop nacional desprovisto de sus principales referentes, es de agradecer y de justicia que Spunky, uno de los actores secundarios más valorados, asuma el merecido protagonismo que por su talento le está reservado dentro de esta escena.
