Hay 
acontecimientos y fechas que no suceden por casualidad. Si no, quién me iba a decir que el concierto de presentación del “Tour cabrón”, el sold out indie más tempranero y sonado de 2015, supondría no sólo el esperadísimo reencuentro con Ellos tras su exitosa quinta entrega “Pop Cabrón”, sino también el bálsamo perfecto para curar las profundas heridas que la reciente y humillante derrota madridista había dejado tanto en
mí, como a buen seguro, en muchos de los asistentes.
Tras el estimulante calentamiento que ofrecieron los teloneros Rusos Blancos, el dúo, reconvertido en septeto para la ocasión (con teclado, bajo, batería y dos coristas arropando a Guille y Santi), se presentaba de blanco impoluto, con una cierta intención revisionista de su habitualmente sobria puesta en escena. Un Guille Mostaza más tranquilo de lo habitual comenzaba los primeros temas dejando suficientemente clara no sólo la amplitud, sino la extrema calidad de su ya insultante repertorio. Si (como ya sabíamos tras el aperitivo murciano), pensábamos que comenzar nada menos que con “Nuevo imperio” podría suponer una losa para defender el resto del disco y para el posterior desarrollo de la noche, nada más lejos de la realidad. Mientras “Cerca” nos recordaba la elegante magnificencia de “Cardiopatía severa”, el rescate de la emotiva “Creo que no” de “Ni lo sé ni me importa” y de “Aunque te rías de mí” servían de formidable carta de presentación para el gran concierto que teníamos por delante.
Como ya se suponía, el directo demostró la extraordinaria fuerza de los temas más rockeros del álbum como “Tu tiempo está acabando” o “Extraña melodía”, amortiguando en parte el escaso entusiasmo que su escucha en el disco me había producido. Tan sólo “Campeón” me hizo recordar por momentos las dolorosas secuelas futbolísticas que aún me afligían, olvidadas de inmediato por la exaltación, el desfase y griterío que genera siempre entre el público la interpretación de semejante clásico. Otras apuestas seguras de sus primeros discos, como “Diferentes” (no tanto la anodina “Zona Vip”), o la justa reivindicación de “No te enamores“ o “El anillo” de “Qué fue de ellos” y el regalo del ya ineludible single “Lengua viperina” (con ingenioso e improvisado cambio de letra al principio) o de la energética “Prisa”, fueron imprimiendo consistencia a un repertorio que siempre se antoja corto, y acaba apesadumbrando a los más entregados asistentes a medida que se acerca a su fin.
Y aunque siempre sabe a poco, desde luego que no defraudaron con los bises, no reclamados con fervor por el público (como Guille acabó recriminando tibiamente), ya que calmaron con creces la expectación de escuchar en directo la venerada “Tarántulas y súcubos”, con Santi llevando la voz y Guille cantando el estribillo, y la explosiva “O tú o él o yo”, cuya ausencia habría indignado a más de uno. Al margen de esta vertiginosa sucesión de temazos, el concierto dejó algunos momentos memorables para la posteridad. Un problema con la maraña de cables que serpenteaba el escenario provocó una nueva desconexión que propició que Guille, tirando de ego, talento natural y solvencia escénica, nos regalase dos baladones a los teclados, convirtiéndose en un improvisado Guille Milkiway, más espontáneo y algo menos intimista que el genio catalán. 
Lástima que, tras la breve pero agradecida interpretación de “He vuelto”, la rápida solución de la incidencia nos dejase con la miel en los labios, rompiendo la magia de “Tú primero“, que se estaba convirtiendo en el momentazo de la noche (del mes, y quizás del año). Con un injurioso recadito a la alcaldesa por la fastidiosa compresión del horario, religiosamente celebrado por el público, el grupo tuvo que prescindir de “No finjas” para precipitar el final con la siempre apoteósica y arrebatadora “Lo dejas o lo tomas”, cuyo recuerdo sin duda garantizará un nuevo llenazo para el próximo concierto que darán un mes después en la misma sala, demasiado pequeña para un grupo tan grande.
